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En Navidad, Dios muestra su amor a través de la “pequeñez”, no del poder, dice el Papa

Flanqueado por niños, el Papa Francisco lleva una estatuilla del Niño Jesús que se colocará en el Belén de la Basílica de San Pedro en el Vaticano el 24 de diciembre de 2023. (Foto CNS/Vatican Media)

CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — Más de dos milenios después de que a la Sagrada Familia se le negara una habitación en la posada y Jesús naciera en un pesebre, la guerra vuelve a hacer inhóspito su lugar de nacimiento en Tierra Santa, dijo el Papa Francisco.

“Esta noche, nuestros corazones están en Belén, donde el Príncipe de la Paz sigue siendo rechazado por la lógica inútil de la guerra, con el rugir de las armas que también hoy le impiden encontrar una posada en el mundo”, dijo el Papa el 24 de diciembre durante su homilía de la Misa de Navidad en la Basílica de San Pedro.

La liturgia nocturna comenzó con oraciones preparatorias que incluían lecturas del Antiguo Testamento que relataban la venida del Mesías, invocaciones al Salvador y la proclamación de su nacimiento. Los niños, que entraron en la basílica como parte de la procesión vestidos con trajes tradicionales de distintos continentes, colocaron flores alrededor de una figura de Jesús que descansaba frente al altar mayor de la basílica.

En su larga homilía, el Papa reflexionó sobre el nacimiento de Jesús, que tuvo lugar después de que el César decretara un censo en el que “todo el mundo debía ser inscrito”, como se relata en el Evangelio de San Lucas.

El censo, dijo, “manifiesta la trama demasiado humana que atraviesa la historia: la de un mundo que busca el poder y la fuerza, la fama y la gloria, donde todo se mide con los éxitos, resultados, números y cifras, un mundo obsesionado con los logros”.

Al hacerse hombre, sin embargo, Jesús elige el camino de la “pequeñez”.

“No elimina las injusticias desde lo alto con una muestra de poder, sino desde abajo, con el amor”, dijo el Papa. “No irrumpe en escena con un poder sin límites, sino que desciende a los estrechos confines de nuestras vidas. No rehúye nuestras fragilidades, sino que las hace suyas”.

En Navidad, el Papa Francisco animó a los cristianos a rehuir la imagen de un Dios poderoso y excelso, “porque siempre existe el riesgo de vivir la Navidad con una idea pagana de Dios, como un amo poderoso en el cielo; un dios que se alía con el poder, con el éxito mundano y la idolatría del consumismo”.

El Papa, en silla de ruedas, saludó a representantes de otras confesiones cristianas al entrar en la basílica. Aunque el Papa, de 87 años, pronunció su homilía sentado, no dio muestras de dificultad al leer el largo texto y sólo se detuvo ocasionalmente para aclararse la garganta.

El cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, fue el celebrante principal junto al altar.

Para Dios, “que cambió la historia en el curso de un censo, tú no eres un número, sino un rostro”, dijo el Papa Francisco a las 6.500 personas reunidas en el interior de la basílica, así como a quienes siguieron la Misa a través de las pantallas.

“Si miras a tu propio corazón y piensas en tus propias insuficiencias y en este mundo que juzga tanto y no perdona, puede que te resulte difícil celebrar esta Navidad”, dijo. “Puedes estar pensando que las cosas van mal que no estás a la altura, albergando un sentimiento de fracaso y de insatisfacción por tus fragilidades, por tus caídas y problemas, por tus pecados”.

En Navidad, sin embargo, el Papa animó a los cristianos a “dejar que Jesús tome la iniciativa”.

“Él, que se hizo carne; no espera de ti tus resultados exitosos, sino tu corazón abierto y confiado”, dijo. “En él, redescubrirás quién eres: un hijo amado de Dios, una hija amada de Dios”.

Tras la Misa, el Papa Francisco llevó en su regazo la estatuilla del Niño Jesús mientras un ayudante le empujaba en su silla de ruedas hacia el belén situado en la parte trasera de la basílica. Flanqueado por niños a ambos lados, el Papa se dirigió al pesebre, y la figura de Jesús fue colocada en el pesebre. El Papa se detuvo a saludar a la multitud al salir de la basílica, guiado por los niños que saltaban y aplaudían por el camino.

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