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Análisis: Se nos escapa la esperanza hispana como agua entre los dedos

Una foto de archivo muestra a peregrinos dirigiéndose a la Basílica de Santa María de Guadalupe en Ciudad de México. Millones de mexicanos se dirigieron a la basílica para celebrar la festividad de Guadalupe el 12 de diciembre. La fiesta celebra la aparición de la Virgen María a San Juan Diego en 1531 cerca de la actual Ciudad de México. (Foto OSV News/Felipe Courzo, Reuters)
Una foto de archivo muestra a peregrinos dirigiéndose a la Basílica de Santa María de Guadalupe en Ciudad de México. Millones de mexicanos se dirigieron a la basílica para celebrar la festividad de Guadalupe el 12 de diciembre. La fiesta celebra la aparición de la Virgen María a San Juan Diego en 1531 cerca de la actual Ciudad de México. (Foto OSV News/Felipe Courzo, Reuters)


Sin lugar a dudas, la mayor fuerza transformando la experiencia católica estadounidense es la presencia hispana. Este ha sido el caso por más de medio siglo. Los hispanos representamos aproximadamente el 71% del crecimiento de la población católica en los Estados Unidos desde 1960.

En el año 2023, de los 63.7 millones de hispanos que vivimos en los Estados Unidos, aproximadamente 31 millones nos identificamos como católicos romanos. Si los católicos hispanos conformáramos un país, demográficamente seríamos el octavo país más poblado de las Américas, precedido sólo por los Estados Unidos (334 millones), Brasil (216.5 millones), México (128 millones), Colombia (52 millones), Argentina (46 millones), Canadá (39.8 millones), y Perú (34.5 millones).

El Centro de Investigación Aplicada para el Apostolado (o CARA, por sus siglas en inglés) estimó que en el año 2022 había 73.5 millones de católicos en el país. Esto indica que los 31 millones de hispanos mencionados anteriormente representaríamos aproximadamente el 42% de la población católica total de los Estados Unidos. Un estimado más conservador por parte del Directorio Católico Oficial sugiere una población católica en los Estados Unidos de 66.5 millones en ese mismo año, lo que haría que los hispanos representáramos aproximadamente el 47% de todos los católicos en los Estados Unidos.

Más de dos tercios (aproximadamente el 68%) de los hispanos nacieron en los Estados Unidos. Sin embargo, cuando nos enfocamos en la población católica hispana, ésta está casi igualmente repartida entre inmigrantes y nacidos en los Estados Unidos. La población inmigrante tiende a ser de mayor edad y es probable que esté más involucrada en la vida de las parroquias y otras comunidades de fe.

Estos números no deben ser motivo de distracción. Lo importante es saber que casi la mitad de todos los católicos de los Estados Unidos nos identificamos como hispanos. La mayoría de los católicos menores de 25 años son hispanos. El presente y el futuro venidero del catolicismo estadounidense están íntimamente ligados a la experiencia hispana.

La presencia hispana también ha redefinido drásticamente el catolicismo estadounidense a nivel geográfico. Desde la fundación de los Estados Unidos como nación, la mayoría de los católicos han vivido en el noreste y el medio oeste. Debido al rápido crecimiento y a la fuerte presencia de los hispanos, y las regiones del país en donde la mayoría de nosotros vivimos, esto ya no es cierto. La mayoría de los católicos estadounidenses hoy en día viven en el sur y el oeste del país.

Esto no significa que la presencia hispana es lánguida en el noreste y en el medio oeste del país. ¡Al contrario! Es bastante fuerte y sigue creciendo, especialmente en los grandes centros urbanos como Nueva York, Chicago, y Arlington en Virginia, entre otros, donde la mayoría de los católicos se identifican como hispanos.

Gran parte de la experiencia católica en nuestro país durante los próximos años estará definida notablemente en el sur y en el oeste del país, y en los grandes centros urbanos donde los católicos hispanos estamos presentes en grandes números.

Fuente de esperanza

Cuando hablamos de los católicos hispanos en nuestra Iglesia con frecuencia los hacemos con un profundo sentido de esperanza. Hay muchas razones para que esto sea así. Permítanme destacar cuatro.

Primero, muchas diversas expresiones culturales y formas de vida que identifican a millones de hispanos en los Estados Unidos reflejan cómo el catolicismo está profundamente arraigado en ellas. Tal es el resultado de varios siglos de notable influencia por parte de la Iglesia Católica en América Latina y el Caribe, transformando casi todos los aspectos de la vida de las personas en estas regiones.

Aun cuando muchos hispanos no están activamente involucrados en la vida de la Iglesia, al igual que lo que ocurre con muchos otros católicos, estos creyentes siguen siendo sustentados por diversas expresiones de catolicismo cultural que inspiran sus valores y compromisos, lo que hace que sean receptivos a nuevos esfuerzos evangelizadores.

Una joven lleva una estatua de Santo Tomás de Aquino durante una procesión con miembros de la comunidad hispana de la parroquia de Santo Tomás de Aquino en Cookeville, Tennessee, en honor al santo patrón el 27 de enero de 2019. (OSV News photo/CNS file, Rick Musacchio, Tennessee Register)

Segundo, los hispanos somos una comunidad muy joven, con una edad promedio de 30.7 años. El promedio de edad de la población no hispana es de 41.1 años. Cerca de la mitad de los hispanos tienen menos de 30 años. La mayoría de los hispanos están en una época de sus vidas en la cual están formando familias y tomando decisiones profesionales. Estos momentos cruciales exigen un acompañamiento pastoral muy cercano.

Si quisiéramos tener un perfil del católico hispano promedio en los Estados Unidos, deberíamos pensar en una joven de 24 años, hija de inmigrantes, nacida o criada en los Estados Unidos, buscando un mejor trabajo y tal vez decidiendo si casarse o posponer esta importante decisión para más adelante, aunque sin cerrarse a la idea de tener hijos.

La presencia de jóvenes hispanos es claramente notable en nuestras comunidades parroquiales a donde las familias van regularmente a la iglesia con sus hijos. En la mayoría de las parroquias con ministerio hispano, el número de bautismos, primeras comuniones, y confirmaciones es por lo general más alto que en el resto de parroquias. Las familias hispanas jóvenes y nuestros hijos somos una verdadera presencia renovadora en la vida de miles de parroquias en todo el país.

Tercero, gran parte de la energía revitalizante que viene de la comunidad católica hispana está fundamentada en un sentido profundo de lo sagrado, aquello que los católicos tradicionalmente hemos reconocido como una “imaginación sacramental”. Tal sentido de lo sagrado para los hispanos se hace vida no sólo en la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, sino también en las diversas expresiones de catolicismo popular que se hacen vida en casi todos los aspectos de nuestro diario existir.

La vida espiritual de muchos católicos hispanos se sostiene regularmente gracias a la participación en las actividades coordinadas por movimientos apostólicos como el Cursillo, la Legión de María, y el Camino Neocatecumenal, entre otros. Casi la mitad de todas las parroquias con ministerio hispano tienen un grupo inspirado por la espiritualidad de la Renovación Carismática Católica.

Esta diversidad espiritual, influenciada por las particularidades culturales que moldean cómo se vive el catolicismo en América Latina, el Caribe, y las diversas regiones de los Estados Unidos en donde vivimos, hace que la experiencia hispana sea única y atractiva.

Cuarto, la experiencia de los católicos hispanos en los Estados Unidos está definida constantemente por factores sociopolíticos y culturales que definen constantemente nuestra existencia diaria. Tal es el caso de dinámicas migratorias, la negociación de la identidad cultural, la lucha por la justicia y el respeto, la búsqueda de espacios y recursos para pertenecer, la plena integración en una sociedad que a menudo nos ve como extranjeros, y otras realidades similares. En lugar de percibirlos simplemente como obstáculos para vivir y practicar nuestra fe, los hispanos a menudo convertimos estos factores en oportunidades para la reflexión y la creatividad pastoral.

Muchos esfuerzos pastorales en parroquias, colegios, y organizaciones al servicio de los católicos hispanos muestran un nivel distintivo de dinamismo, ya que buscan reflexionar sobre los desafíos que confrontan a esta comunidad desde lo mejor del Evangelio y la riqueza de la tradición católica. Los teólogos católicos hispanos en los Estados Unidos regularmente reflexionamos, escribimos, y enseñamos a la luz de estas experiencias, inyectando nuevas perspectivas a las preguntas tradicionales que ocupan el mundo de la investigación teológica.

Los hispanos somos una fuente de esperanza para la Iglesia en los Estados Unidos y para toda la sociedad estadounidense. Nuestra presencia es una invitación a renovar el compromiso de construir la comunión entre todos los bautizados, sin excepciones, a responder a las necesidades más urgentes del Pueblo de Dios en el contexto de una Iglesia culturalmente diversa, y a continuar siendo testigos de cómo el catolicismo prospera en esta tierra.

Dancers with Danza Azteca perform during a Dec. 9 celebration in honor of Our Lady of Guadalupe in Houston. The celebration included a religious procession through downtown Houston and marked the Dec. 12 feast of Mary appearing to St. Juan Diego Cuauhtlatoatzin on a hilltop in what is today Mexico City. (OSV News photo/CNS file, James Ramos, Texas Catholic Herald)
Bailarines de Danza Azteca actúan durante la celebración del 9 de diciembre en honor de Nuestra Señora de Guadalupe en Houston. La celebración incluyó una procesión religiosa por el centro de Houston y marcó la festividad del 12 de diciembre en que María se apareció a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en la cima de una colina en lo que hoy es Ciudad de México. (Foto OSV News/CNS file, James Ramos, Texas Catholic Herald)

Una esperanza frágil

Toda esperanza necesita ser acogida y sostenida regularmente. El don de la presencia hispana en la vida de la Iglesia Católica en los Estados Unidos tiene que ser acogido y sostenido para no perderlo. Ésta ha sido la invitación urgente de innumerables líderes, tanto hispanos como no hispanos, desde mediados del siglo XX, cuando desde ya todos los indicadores apuntaban a la hispanización del catolicismo que presenciamos hoy.

Líderes pastorales y teólogos que nos hemos reunido en los Encuentros Nacionales de Pastoral Hispana/Latina, desde el Primer Encuentro en 1972 hasta el Quinto Encuentro en 2018, para celebrar unánimemente la presencia y las contribuciones de los católicos hispanos. Muchas reuniones pastorales realizadas entre un Encuentro y otro han expresado el mismo sentido de celebración.

Los obispos católicos de los Estados Unidos también se han pronunciado al unísono con relación a esta presencia a través de declaraciones e iniciativas nacionales. En 1995, la entonces Conferencia Católica de los Estados Unidos (hoy Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos) publicó una declaración titulada “La Presencia Hispana en la Nueva Evangelización en los Estados Unidos”. Es un documento bastante inspirador.

En esta declaración, los obispos dicen: “Declaramos que la presencia hispana en nuestra Iglesia constituye un regalo providencial del Señor en el reto de la nueva evangelización a la que estamos llamados en esta hora de la historia”. Destaco esta afirmación porque desafía directamente cualquier insinuación de que la presencia hispana es accidental o temporal. Los hispanos somos parte del plan de salvación de Dios para la comunidad católica en los Estados Unidos.

Reconociendo las maneras especiales por medio de las cuales las culturas hispanas han integrado los valores católicos durante varios siglos de evangelización, tal como indiqué anteriormente, los obispos también dicen, “reconocemos la presencia hispana en nuestra Iglesia como una bendición, como una oportunidad privilegiada para trabajar por una cultura que refleja la verdad acerca de la persona humana revelada en la verdad acerca de Jesucristo”. Como tal, los obispos reconocen a los católicos hispanos como compañeros de camino y verdaderos agentes de evangelización, evitando así cualquier pretensión de reducir a los hispanos a meros objetos pasivos de actividades pastorales.

Acoger a los hispanos en la Iglesia

Los números y las estadísticas son importantes, y nos ofrecen una buena idea de los cambios y realidades actuales en el mundo católico estadounidense. Lo más importante es, sin embargo, reconocer que los católicos hispanos tenemos un papel vital en el proceso de construir la Iglesia en los Estados Unidos hoy en día. Lo hacemos como miembros de la Iglesia gracias a nuestro bautismo y nuestra fe en Jesucristo. Lo hacemos como agentes de evangelización, junto con el resto de la comunidad católica.

¿Se ha acogido de lleno la presencia hispana y la convicción de que los católicos hispanos desempeñamos un papel vital en el proceso de construir la Iglesia en los Estados Unidos hoy? Creo que la respuesta ha sido mixta. Sin lugar a duda, en muchas esquinas de nuestra Iglesia, tal aceptación es evidente con varios niveles de intencionalidad. Algunas parroquias y diócesis no tienen alternativa dada su ubicación geográfica y el gran número de hispanos en ellas. Sin embargo, hay demasiados sectores en donde tal acogida ha sido bastante fría, sin asignar recursos, y en muchos casos inadecuada.

Es en estos sectores en donde la fragilidad de la esperanza descrita hasta ahora se hace más evidente, y las consecuencias pueden ser nocivas para la vida de la Iglesia en los Estados Unidos. Los obispos católicos reconocieron esto en su declaración de 1995.

“La presencia hispana es también una advertencia profética para la Iglesia en los Estados Unidos. Si a los católicos hispanos no se les recibe calurosamente y no se les ofrece un hogar donde puedan sentir nuestra Iglesia como su Iglesia, la pérdida de su identidad católica será un grave golpe a la Iglesia en nuestro país. Habremos perdido una oportunidad de ser verdaderamente católicos…”.

No lo podríamos decir de una mejor manera. Actitudes tales como el no acoger a los hispanos y hacer poco o nada ante la posible pérdida de identidad católica entre aquellos católicos hispanos que se desvinculan y se alejan de la vida de la Iglesia y la práctica de la fe, juntas constituyen una verdadera oportunidad pérdida para que la Iglesia en los Estados Unidos sea verdaderamente católica.

¿Una esperanza que se desvanece?

Treinta y un millones es un número importante y representa mucha esperanza para el mundo católico en los Estados Unidos. Las parroquias están llenas de familias hispanas que solicitan acceso a los sacramentos. Cientos de miles de católicos de América Latina y el mundo caribeño de habla hispana migran cada año a los Estados Unidos y muchos de ellos buscan rápidamente una parroquia para construir comunidad y participar de la liturgia. Un gran número de niños hispanos están inscritos en programas de educación religiosa. Un número cada vez más grande de jóvenes hispanos se inscriben en instituciones educativas católicas en todos los niveles. Todos estos ejemplos son motivos de esperanza. Cualquier agente pastoral trabajando con la comunidad hispana puede decir fácilmente: “Tenemos mucho trabajo”.

Sin embargo, ese número también es engañoso, ya que oculta realidades que deberían ser motivo de gran preocupación para la comunidad católica de los Estados Unidos.

Un informe reciente del Centro de Investigación Pew (publicado en abril de 2023) estimó que aproximadamente el 43% de los adultos hispanos en los Estados Unidos se identifican como católicos. En el año 2010 se calculaba que la cifra era del 67%. Este declive en términos de afiliación religiosa refleja tres dinámicas que coexisten.

Primero, el crecimiento rápido de la población hispana que nació en los Estados Unidos, hijos y nietos de inmigrantes, la cual está llegando a la edad adulta y, en medio de dicho proceso, están dejando el catolicismo de lado al forjar su identidad, a pesar de que sus padres y abuelos seguramente son católicos y los criaron en hogares católicos. Segundo, el proceso cada vez más común de desafiliación religiosa entre adultos católicos hispanos inmigrantes. Y tercero, el número más reducido de católicos que migran desde América Latina y el Caribe como resultado de políticas de inmigración más estrictas. Todo parece indicar que la intensidad de estas tres dinámicas incrementará en los próximos años.

Compartir la fe

La confluencia de las tres dinámicas revela que por muchos años la Iglesia en los Estados Unidos ha dependido demasiado del flujo constante de inmigrantes católicos que vienen desde América Latina y el Caribe de habla hispana. Se ha asumido que estos católicos estaban preparados y tenían los recursos necesarios para transmitir la fe a sus hijos para así ayudarles a vivir comprometidos con su identidad católica. Pero tal no ha sido la realidad.

Esto también revela que nuestra comunidad católica no ha respondido rápidamente y en muchos casos se ha resistido a invertir recursos necesarios y a adoptar modelos de evangelización que apoyen a los católicos hispanos nacidos y criados en los Estados Unidos en su caminar espiritual. En miles de parroquias en todo el país invertimos grandes cantidades de energía y recursos en esfuerzos pastorales en español, sirviendo a comunidades constituidas primordialmente por inmigrantes en miles de parroquias en todo el país, lo cual es apropiado y tenemos que seguir haciéndolo. Sin embargo, no es claro si esas mismas parroquias invierten la energía y recursos necesarios en procesos pastorales que acompañen a las familias intergeneracionales e interculturales, y a las familias hispanas que ya están plenamente integradas en la cultura estadounidense.

En el pasado, los colegios católicos jugaron un papel importante ayudando a las nuevas generaciones de jóvenes católicos a mantener su identidad religiosa y a prepararse para salir adelante en la sociedad. Hoy en día sólo el 3% de los niños católicos hispanos están matriculados en estos colegios. Sólo una fracción de los estudiantes en universidades católicas son hispanos (aproximadamente el 16%).

Un buen indicador para medir cuán integrada está la comunidad católica hispana en las estructuras de la Iglesia en los Estados Unidos es medir cómo esta comunidad ejerce liderazgo eclesial. Sabemos que la mayoría de los católicos jóvenes nacieron o fueron criados en los Estados Unidos. Por lo tanto, es razonable asumir que la nueva generación de líderes católicos eclesiales y a nivel social debería venir de esta comunidad.

No necesariamente. Aproximadamente el 85% de los sacerdotes hispanos, más del 90% de las religiosas hispanas, y cerca del 65% de los ministros eclesiales laicos hispanos son inmigrantes. El porcentaje de hispanos que son obispos teólogos, clérigos, religiosas y religiosos, líderes de educación superior católica, maestros y administradores de colegios católicos, entre otros grupos de líderes, es muy pequeño, en la mayoría de los casos menos del 10%. Queda mucho por hacer.

Ilustración con estadísticas sobre los Hispanos Católicos en Estados Unidos. (Ilustración de OSV News/Chelsea Alt, OSV News)
Ilustración con estadísticas sobre los Hispanos Católicos en Estados Unidos. (Ilustración de OSV News/Chelsea Alt, OSV News)

Reavivar la esperanza

Comparto estos números y observaciones no como una queja ni tampoco con el objetivo de enfocarme sólo en lo negativo. Los comparto para alentar a toda la comunidad católica en los Estados Unidos a ser más conscientes del regalo y la oportunidad que hemos recibido.

Si hacemos nuestro el deseo de que en el futuro exista una presencia católica dinámica en esta sociedad estadounidense, construyendo comunidades de fe vivas, activas en el discurso público, abordando los problemas más urgentes de nuestra época, trabajando por el bien común de esta nación y acompañando a las familias católicas para que formen a sus hijos como discípulos alegres, entonces no podemos ignorar a la mitad hispana de la comunidad católica estadounidense. Dicho de otra manera, invertir en el presente hispano fortalecerá el futuro del catolicismo en los Estados Unidos.

La responsabilidad de acoger la presencia hispana y potenciar a la siguiente generación de católicos estadounidenses no sólo compete a los líderes hispanos o a aquellas personas que han decidido acompañar a esta comunidad como parte de su ministerio. Es responsabilidad de todos, lo mismo que lo es asumir responsabilidad hacia cualquier otra comunidad dentro de nuestra Iglesia. No perdamos de vista la preocupación de los obispos católicos de los Estados Unidos: “la pérdida de su identidad católica será un grave golpe a la Iglesia en nuestro país. Habremos perdido una oportunidad de ser verdaderamente católicos”.

Existen muchos esfuerzos pastorales en todo el país que buscan mantener viva y fortalecer la esperanza que la presencia hispana genera. Entre estos esfuerzos se encuentran el trabajo de muchas parroquias, oficinas diocesanas, institutos pastorales hispanos, universidades católicas con programas de formación ministerial centrados en el ministerio hispano, organizaciones nacionales que fomentan conversaciones fundamentales sobre la pastoral hispana, etc.

Boston College y la Universidad de Notre Dame recientemente lanzaron una iniciativa de cinco años llamada “Haciendo Caminos”, la cual busca cultivar vocaciones al ministerio entre jóvenes católicos hispanos nacidos y criados en los Estados Unidos. Es una colaboración que incluye a otras 16 universidades. Estos jóvenes católicos hispanos son formados teológica y ministerialmente mientras reciben toda clase de apoyo de parte de redes académicas y ministeriales.

Recientemente publiqué un informe importante que surge de un estudio nacional de organizaciones católicas al servicio de jóvenes hispanos. El informe, “Ministerio con jóvenes católicos hispanos: Una receta para crecer y alcanzar la excelencia”, destaca una serie de esfuerzos fascinantes de acompañamiento pastoral de jóvenes hispanos.

Organizaciones ministeriales como el Instituto Fe y Vida en Romeoville, Illinois; Iskali en Chicago; el Centro San Juan Diego Arts, Cultural and Faith Formation en El Paso; Corazón Puro en Nueva York; Fuerza Transformadora en Little Rock, Arkansas; y el Instituto Pastoral del Sureste en Miami, entre otros, son abanderadas con sus iniciativas innovadoras y una profunda pasión pastoral por los jóvenes hispanos. La mayoría de estas organizaciones son dirigidas por líderes católicos hispanos que comparten su sabiduría con muchos otros agentes pastorales sobre cómo acompañar a los jóvenes hispanos. Es algo verdaderamente inspirador.

Reavivar la esperanza exige que confiemos en el Espíritu Santo. Dios nos mostrará el camino para ser católicos en una Iglesia cada vez más hispana. Pero debemos escuchar atentamente, con un corazón sinodal y humildad espiritual, listos para tomar la decisión firme de viajar con nuestros hermanos y hermanas hispanos. Esa parece ser una de las invitaciones del nuevo Plan Pastoral Nacional para el Ministerio Hispano/Latino que los obispos católicos de los Estados Unidos aprobaron en el 2023.

Cada generación tiene la responsabilidad de administrar sabiamente el tesoro que ha recibido, cultivarlo y transmitirlo a la siguiente generación. La presencia católica hispana es un tesoro muy preciado que Dios ha puesto en nuestras manos para construir la comunión en este momento histórico en los Estados Unidos. No permitamos que este tesoro se escape como agua entre los dedos de nuestras manos eclesiales.

Hosffman Ospino, PhD, es un teólogo católico que enseña en la facultad de Teología y Ministerio del Boston College. Sus trabajos de investigación exploran el diálogo entre fe y cultura y el impacto de este intercambio en la educación teológica católica, la catequesis y el ministerio.


Este análisis del Dr. Ospino fue originalmente escrito en inglés para Our Sunday Visitor, un periódico católico nacional con sede en Huntington, Indiana. Para leer la versión en inglés vaya al Our Sunday Visitor.

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