Por Karla Flores
“Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino”. (Marcos 1, 2)
¿Has escuchado la expresión “abriendo brecha?” Imagina que estás en la selva. Te encuentras en un lugar donde no hay camino para continuar. Eres la primera persona en el área y quieres seguir explorando para encontrar refugio. Con una de tus herramientas, remueves tenazmente la vegetación. Poco a poco, abres un camino para ti y para las personas que vendrán después de ti. Será más fácil para ellos; probablemente no se enterarán de tu trabajo.
Cuando fui a mi primera conferencia para directores del Ministerio Hispano, nos dijeron enfáticamente: “Nuestro trabajo es ‘abrir brecha’ para nuestra gente”. No entendía muy bien de qué estaban hablando, pero sabía que nuestro trabajo requeriría un gran esfuerzo en beneficio de la comunidad.
De la misma manera, como inmigrantes de primera, segunda, o tercera generación, consciente o inconscientemente, hemos estado “abriendo brechas” para aquellos que vienen después de nosotros. Si somos jóvenes, probablemente no estamos conscientes de aquellos que ‘abrieron brecha’ para nosotros. Si estamos en la edad adulta, podemos reconocer el esfuerzo necesario para abrir un nuevo camino para otros. Sabemos lo que significa y lo que se necesita para buscar nuevas oportunidades para los más jóvenes. Si somos mayores, probablemente recordamos con gratitud a todos aquellos que ‘abrieron brechas’ para la familia o reconoceremos que lo hicimos nosotros mismos.
“Abrir brechas” no es una competencia, no es alcanzar un objetivo y tampoco es un premio. Está relacionado con expresar nuestro amor por los demás. Porque por ese amor una persona realiza un esfuerzo invaluable y abre nuevos caminos para sus seres queridos. Podemos ver claramente este gesto de amor en el contexto familiar.
Ese es el caso de Juan el Bautista. El primo mayor de Jesús fue encomendado por Dios mismo para “abrir brecha” para Su hijo. Fue un trabajo extremadamente difícil porque la tarea de Juan era confrontar a las personas, hacerles ver cómo estaban viviendo, señalar cómo se habían alejado de Dios, e invitarlos al arrepentimiento. El confrontó a muchas personas, aldeanos, familiares, amigos, e incluso a las autoridades de más alto rango de la época. Todos los que se arrepintieron fueron bautizados por él en el río Jordán.
La gente elogiaba a Juan, y él respondía: “aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias” ¡Definitivamente fue un trabajo duro! Todos los días estaba preparando el camino para Jesús. No solo arriesgó su vida para cumplir su misión, sino que también fue lo suficientemente humilde como para reconocer que él no era “el Elegido”.
Este tipo de trabajo, colosal y exigente, no puede hacerse sin amor. Solo puede llevarse a cabo cuando alguien verdaderamente ama. Juan amaba a Dios, amaba a su familia, amaba a Jesús.
Estoy seguro de que hay alguien como Juan en tu familia. ¿Quizás es ese pariente que llegó primero a Estados Unidos y trabajó muy duro para que el resto de la familia pudiera reunirse? ¿O ese hermano o hermana que fue el primero en obtener una beca para ir a la universidad y así mostrar que hay un mundo de oportunidades para los hermanos menores? ¿Qué pasa con esa persona que dedica una parte considerable de su salario para rescatar la casa familiar de la ejecución hipotecaria? Tal vez una tía o primo que, desinteresadamente, cuida de nuestros mayores.
Hoy no necesita ser un día especial para recordar y agradecer a esas personas que nos aman y están haciendo o hicieron un gran esfuerzo para “abrir brechas”. Quizás esa sea una de las razones por las que Jesús fue al río Jordán para ver a Juan.
¿Puedes pensar en alguien a quien te gustaría agradecer por las oportunidades que su esfuerzo creó para ti? Tómate un momento para recordar a esa persona, ya sea que esté viva o en el cielo, siempre podemos estar agradecidos con ellos. También puedes decir una pequeña oración:
“Que nuestro amoroso Padre bendiga a todos los que han abierto un camino para nosotros. Que Dios nos conceda un corazón tan grande como el esfuerzo que han hecho. Amén”.
Si estás cerca de esa persona y quieres hacerlo, también puedes decir “gracias” en persona. Seguro se sorprenderán tanto como Juan cuando Jesús fue al río Jordán y le pidió que lo bautizara.
La versión en inglés de esta columna apareció por primera vez en Simply Catholic (www.simplycatholic.com). Karla Flores fue coordinadora de Ministerio Hispano en la Arquidiócesis de Detroit entre el 2016 y el 2020.