CIUDAD DEL VATICANO (CNS) — La esperanza es paciente, concreta y extraordinaria porque puede cambiarlo todo, dijo el predicador de la Casa Pontificia.
La esperanza “es lo contrario de la impaciencia, de la prisa, del ‘todo y ahora’. Es el antídoto contra el desánimo. Mantiene vivo el anhelo”, dijo el cardenal Raniero Cantalamessa al Papa Francisco y a los miembros de la Curia Romana durante una meditación cuaresmal en el Aula Pablo VI el 15 de marzo.
Reflexionando sobre las palabras de Jesús del Evangelio de San Juan — “Yo soy la resurrección y la vida” — el cardenal Cantalamessa dijo que hay dos tipos de resurrección: la resurrección del cuerpo y la “resurrección del corazón que debe tener lugar todos los días”.
La resurrección del corazón es el renacimiento de la esperanza, dijo.
“La palabra ‘esperanza’ está extrañamente ausente en la predicación de Jesús”, dijo, “a pesar de que toda su predicación proclama que hay una resurrección de entre los muertos y la vida eterna”.
La razón por la que no hay palabras sobre la esperanza en el Evangelio es sencilla, dijo el cardenal: “Cristo tuvo primero que morir y resucitar. Al resucitar, abrió la fuente de la esperanza; inauguró el objeto mismo de la esperanza, que es una vida con Dios más allá de la muerte”.
El reavivamiento de la esperanza en el corazón es como lo que le sucede al hombre paralítico, lisiado de nacimiento, al que Pedro cura a la puerta del templo. Pedro no le da ni plata ni oro, sino que le ordena: “En el nombre de Jesucristo el Nazareno, (levántate y) anda”, y el hombre se levanta de un salto, brincando y alabando a Dios.
“Algo parecido podría ocurrirnos también a nosotros”, a causa de la esperanza divina, llevada por la palabra de Dios, que dice: “Levántate y anda”, dijo el cardenal. El corazón puede pasar de estar paralizado por las dificultades a levantarse y entrar “por fin en el corazón de la Iglesia, dispuestos a asumir, de nuevo y con alegría, las tareas y responsabilidades que nos asignan la providencia y la obediencia”.
“Estos son los milagros cotidianos de la esperanza”, dijo el cardenal Cantalamessa. “Vuelve a poner en pie a miles de personas espiritualmente lisiadas y paralíticos espirituales, miles de veces”.
“Lo extraordinario de la esperanza es que su presencia lo cambia todo, incluso cuando exteriormente nada cambia”, afirmó.
No deja que la gente se relaje y sueñe con un mundo imaginario, dijo. “Al contrario, es muy concreta y práctica”, siempre encuentra que hay algo que se puede hacer para mejorar cada situación.
Pero la esperanza también es paciente. Citando la Carta de San Pablo a los Romanos, las dificultades producen resistencia y “la resistencia, carácter probado, y el carácter probado, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”.
