AJACCIO, Francia (CNS) — El 15 de diciembre, el Papa Francisco se convirtió en el primer pontífice en celebrar una misa en la isla francesa de Córcega. La emoción habitual de una Misa al aire libre con el Santo Padre se combinó con el estilo y la pompa de una feria renacentista.
Multitud de corsos, vestidos con trajes medievales y portando estandartes con imágenes marianas, santos y cruces, se agolparon en la plaza Austerlitz de Ajaccio para asistir a la Misa con el Papa.
Sentado bajo una imponente estatua de Napoleón Bonaparte, quien nació en la isla en 1769, y flanqueado por las diversas cofradías — asociaciones católicas laicas centradas en devociones religiosas y obras de caridad –, el Papa dijo que los grupos devocionales son un ejemplo para la sociedad moderna de “la gratuidad del servicio, tanto espiritual como material, a los demás”.
Mientras el mundo está cada vez más dominado por sentimientos de desconfianza y ansiedad, expresiones de piedad popular como las promovidas por las cofradías corsas acercan a los cristianos a sus comunidades y, en última instancia, a Dios, dijo el Papa Francisco.
Cuando la gente se deja llevar por una actitud de preocupaciones mundanas, “no (se) puede esperar con la esperanza que nos da el Espíritu Santo”, mirando al futuro con desconfianza más que con esperanza, dijo en la Misa ante unas 7.000 personas.
En un mundo que anima a pensar “constantemente en nosotros mismos y en nuestras propias necesidades”, el Papa instó a los cristianos a encontrar consuelo en las palabras de San Pablo a los Filipenses: “No se angustien por nada”.
“No estén afligidos, decepcionados o tristes. ¡Cuán difundidos están hoy estos males espirituales, especialmente donde se propaga el consumismo!”, dijo. “Una sociedad así, que vive del consumismo, envejece insatisfecha porque no sabe dar; quien vive para sí mismo nunca será feliz.”.
Refiriéndose a la conferencia sobre religiosidad popular a la que asistió por la mañana, el Papa Francisco ponderó las prácticas de piedad popular, como rezar el rosario en comunidad y unirse a cofradías que “participan activamente en la liturgia y en la oración de la Iglesia, a las que embellecen con los cantos y las devociones del pueblo”.
Pierre Arnardi, vestido con una túnica medieval blanca y roja junto con otros miembros de la cofradía “Templiers du Devoir” (Templarios del Deber), dijo a Catholic News Service que el viaje del Papa a Córcega servía como sello de aprobación del trabajo de las cofradías de la isla y les animaría a continuar en su misión.
Dijo que las cofradías — un pilar de la cultura corsa desarrollado en el siglo XVI por dominicos y franciscanos que ejercían su ministerio en la isla — siguen atrayendo a las nuevas generaciones a pesar de la caída de las tasas de creencia religiosa porque utilizan “nuevas palabras para comunicar los mismos valores” que la gente siempre ha tratado de desarrollar, a saber, el amor, la fe, la caridad y el perdón.
Cyrielle, de 16 años, dijo sentirse privilegiada por ver al Papa en su ciudad natal, una “experiencia única en la vida”.
Natural de Córcega, donde alrededor del 80% de la población es católica, Cyrielle explicó a CNS que la práctica religiosa en la isla es diferente a la del resto de Francia, ya que aquí “los padres transmiten realmente la fe a la siguiente generación”. En última instancia, dijo, el catolicismo es “algo que une a toda Córcega”.
Mientras el sol caía sobre el mar, proyectando rayos dorados sobre las colinas corsas, el Papa, revestido de rosa para el domingo de Gaudete — el tercer domingo de Adviento — dijo que los cristianos deben desarrollar una “espera gozosa” de la venida del Señor en lugar de caer en una actitud “desconfiada”.
“Nuestra alegría no es un consuelo ilusorio para sobrellevar las tristezas de la vida.No, no es un consuelo ilusorio”, dijo, sino que “es fruto del Espíritu, por la fe en Cristo Salvador” y es motivo de celebración.
El Papa Francisco también comentó la gran cantidad de niños que vio durante su viaje de un día a Ajaccio, diciendo que el único lugar donde había visto más niños fue durante su viaje a Timor-Leste.
“Tengan hijos”, dijo, “que serán vuestra alegría y consuelo en el futuro”.
Entre los fieles de la plaza sonreía Clotilde Girod, que acaba de trasladarse a Córcega desde París para discernir su vocación en una orden religiosa de reciente creación.
Ella dijo a CNS que la inesperada decisión del Papa de venir a Córcega fue una “señal” de que tomó la decisión correcta al dejar París para explorar la vida religiosa y que estaba impresionada por el “gran fervor religioso” de la isla.
Después de la Misa, el Papa se reunió con el presidente francés, Emmanuel Macron, en el aeropuerto antes de embarcar en su vuelo de regreso de 50 minutos a Roma. El presidente regaló al Papa Francisco un libro sobre la catedral de Notre Dame de París.
En su encuentro, el Papa y Macron hablaron del devastador ciclón en la isla francesa de Mayotte, de la guerra en Ucrania, de la necesidad de un alto el fuego inmediato en Gaza y expresaron su esperanza en una transición política justa en Siria, entre otros asuntos, según un comunicado del Elíseo.
En el vuelo a Roma desde Ajaccio, el más corto de todos sus viajes internacionales, el Papa Francisco agradeció a los periodistas que lo acompañaron en el breve viaje, pero no aceptó preguntas. Es la primera vez en sus casi 12 años de pontificado que no celebra una rueda de prensa en el aire durante su retorno a Roma después de sus viajes.
