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Asia

Desde el colapso del complejo de confección de Bangladesh en 2013, poco ha cambiado en las condiciones de trabajo y los salarios, afirma un grupo interreligioso

Rescue workers look for trapped garment workers at the Rana Plaza building in Savar, Bangladesh April 26, 2013, two days after it collapsed, killing 1,134 workers and injuring more than 2,500 others. (OSV News photo/Andrew Biraj, Reuters)

NUEVA YORK (OSV News) — Diez años después del peor desastre industrial de la historia de Bangladesh, un grupo de inversionistas interreligiosos pide a más empresas que se adhieran a un acuerdo jurídicamente vinculante para reformar la industria de la confección, crear fábricas seguras y proteger los derechos humanos.

El 24 de abril de 2013, el complejo textil Rana Plaza se derrumbó, dejando 1,134 trabajadores muertos y más de 2,500 heridos. Menos de un mes después, los sindicatos y algunas empresas internacionales publicaron el Acuerdo sobre Seguridad contra Incendios y en la Construcción en Bangladesh, un acuerdo jurídicamente vinculante para trabajar por una industria textil y de la confección segura y saludable en Bangladesh. A este acuerdo le siguió en 2021 el Acuerdo Internacional sobre Salud y Seguridad en la Industria Textil y de la Confección, que han firmado al menos 195 países.

En enero de 2023, el Acuerdo Internacional se amplió a Pakistán, donde un informe de 2022 reveló que casi la mitad de los trabajadores de la confección encuestados no tienen acceso a instalaciones básicas como aseos limpios, agua potable y pausas de descanso programadas con regularidad. Unas 45 empresas internacionales se han adherido al acuerdo de Pakistán.

El 19 de abril, una coalición de 192 inversores institucionales mundiales que representan más de 1.3 billones de dólares en activos pidió a las empresas de sus carteras que se comprometieran a salvaguardar la salud y la seguridad de los trabajadores en Bangladesh, Pakistán y en todas las cadenas de suministro mundiales, incluso firmando el Acuerdo Internacional si aún no lo habían hecho. Más de dos docenas de órdenes religiosas católicas, así como United Church of Canada y la sociedad misionera y corporativa de la Iglesia Episcopal, se encontraban entre los firmantes de la declaración del aniversario de Rana Plaza.

Los miembros de la coalición también pidieron a las empresas que refuercen la aplicación de la diligencia debida en materia de derechos humanos, tal y como se define en los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos de la ONU, y que se unan a un programa piloto sobre lesiones en la industria de la confección.

En 2018, la agencia de noticias eclesiásticas asiáticas ucanews.com informó de que las familias de los fallecidos y heridos en el derrumbe del Rana Plaza recibieron entre 588 y 58,800 dólares en indemnizaciones de un fondo creado con donaciones nacionales y extranjeras, de gobiernos extranjeros y de marcas internacionales. Pero muy pocos recibieron cantidades elevadas, informó ucanews.com.

Babul Akhter, entonces presidente de la Federación de Trabajadores de la Confección y la Industria de Bangladesh, declaró a ucanews.com: “Era insuficiente, dado que muchos trabajadores perdieron brazos y piernas, quedaron paralíticos y psicológicamente traumatizados. Merecían mucho más, ya que nunca podrán volver a trabajar”.

En octubre de 2022, la Universidad de Notre Dame, Indiana, y la Universidad de Notre Dame Bangladesh, ambas dirigidas por los Padres de la Santa Cruz, patrocinaron una conferencia de tres días para unos 30 académicos, trabajadores de la confección, activistas sindicales y abogados en Dhaka, la capital de Bangladesh. Kevin Hargaden, teólogo y director del Centro Jesuita Irlandés para la Fe y la Justicia, fue uno de los asistentes.

“Los trabajadores de la confección con los que hablé piden aumentos salariales de 6 céntimos por prenda. Son literalmente céntimos, y sin embargo no somos capaces de conseguirlo”, dijo en una entrevista en SoundCloud publicada por los jesuitas irlandeses.

Contó la historia de una activista que fue invitada por un sindicato a visitar Nueva York; la bangladeshí se metió en una popular tienda de ropa estadounidense cuando empezó a llover. La activista vio unos vaqueros (o jeans) que solía confeccionar y se quedó estupefacta al comprobar que, mientras a los trabajadores les pagaban menos de un euro (unos 1.10 dólares estadounidenses) por confeccionar los vaqueros, la ropa se vendía por cerca de 100 euros. “La magnitud de la explotación que se estaba produciendo escandalizó” a La mujer, quien había empezado a trabajar en las fábricas a los 14 años, dijo Hagarden.

“A una trabajadora de la confección le preguntaron: ‘¿Qué quieres que les digamos a nuestros estudiantes en Irlanda, en Austria, en Estados Unidos?’ Y ella respondió: ‘Quiero que les digan que ‘Su ropa está manchada con nuestra sangre’… Ella no buscaba llamar la atención, sólo trataba de comunicar la verdad, que sus vidas están aplastadas y estiradas más allá del punto de ruptura, y nosotros vamos a comprar un par de pantalones de $3.99”.

“Las personas que confeccionan nuestra ropa tienen habilidades extraordinarias que han ido perfeccionando a lo largo de los años”, afirmó Hargaden. “No cobran lo suficiente para poner comida en su mesa, pagar la electricidad y escolarizar a sus hijos. Trabajan jornadas increíblemente largas bajo un acoso pasivo absoluto: si se pasan de la raya en algo, hay un millón de maneras de que les echen, y hay mil personas que aceptarán el trabaj.”.

El teólogo afirmó que comprar ropa más cara no significa que quienes la fabrican tengan mejores condiciones de trabajo, y afirmó que no todas las empresas occidentales son malvadas. Pero dijo que las inspecciones de las empresas pueden ser manipuladas. Por ejemplo, cuando llega un inspector internacional, una fábrica puede abrir su guardería, y todo el mundo debe llevar a sus hijos al trabajo ese día, para que parezca una situación mejor de lo que realmente es. Cuando los inspectores se marchan, la guardería cierra, dijo. También señaló que el acoso sexual está muy extendido y que se engaña a personas con poca formación para que firmen documentos que dicen algo distinto de lo que se les dice.

El cambio no se producirá de la noche a la mañana; todo el sistema económico está orientado hacia un crecimiento cada vez mayor, afirmó Hargaden. Sugirió que la gente reduzca — no detenga — el consumo, siendo consciente de cuánta ropa necesitan en realidad. Los trabajadores de la confección “están luchando honestamente por un salario de subsistencia, ni siquiera por el salario mínimo, ni siquiera por un salario digno”, por no hablar de un salario justo, dijo.

“El capitalismo brutal no regulado y no controlado produce una situación como la de Bangladesh, donde incluso hablar de justicia parece una fantasía”, afirmó.

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